De las múltiples charlas que salen en la sala de profesores me ha quedado en estos últimos días una nueva y pesada reflexión: ¿somos docentes únicamente? La labor del profesorado ha tornado de tal modo que por momentos sentimos más la responsabilidad de padres que de profesores.
Durante un curso que hemos realizado en el CPR me atreví a comentar a los compañeros que la enseñanza se ha transformado en auténtica "educación". El modelo del nuevo profesor ( o al menos la imagen que se pretende dar ) es aquel que es capaz no sólo de transmitir conocimientos sino además enseñar valores. Esta idea hasta cierto punto puede llevar a asustarnos incluso, porque al fin y al cabo los docentes somos personas, personas con determinados valores ya adquiridos, y podemos transmitirlos erróneamente. Nadie nos ha enseñado a nosotros cómo debemos educar a un alumno, de qué manera inculcarle unas normas de conducta necesarias para la vida..., pueden chocar con las de los propios padres (y ya estamos con la polémica de nuevo...)
Muchos se tirarán de los pelos defendiendo la idea de que nosotros no debemos educar. Opinión que hasta hace bien poco yo misma habría defendido.
Pero la propia sociedad ha creado a unos adolescentes carentes de valores, de tolerancia, casi se prodría decir que muchos de ellos parecen vivir sin sentimientos. Pero la Junta insiste en que debemos hacer hincapié en ello. De hecho, una parte fundamental en el currículo es la "educación en valores" relacionada a su vez con las competencias básicas.
En consecuencia, a veces siento que tengo la responsabilidad y el deber de entrar en las aulas y enseñar primero valores y después conocimientos, porque... ¿cómo vamos a enseñar a leer si no se escucha? ¿Cómo vamos a hacer trabajar en equipo a los alumnos si no saben colaborar entre ellos? ¿Cómo van a compartir materiales si no se respetan? ¿Cómo vamos a crear un aula diversa si no son tolerantes? ¿Cómo vamos a colocar un portátil a cada alumno si no saben cuidar de las herramientas actuales? ¿Cómo van a entender la importancia de cada materia si primero creen que lo primordial es ver las fotos del tuenti?
Y concluyo, que realmente debemos enseñar valores. Enseñar a convivir, a ser sociables, a tener juicio crítico, a dar las pautas necesarias para ser competentes en la vida.
¿Y por qué motivo se nos ha trasladado esta labor?
Y aquí está la causa más opotuna: ¿están fallando las familias?
Me atrevería a decir que sí. Los padres cada vez viven más en la ignorancia (bien entendida); muchos de ellos se asombrarían al ver el comportamiento que puede llegar a mantener en clase alguno de sus hijos. Es muy fácil culpar siempre al docente o decir que no pueden con ellos en casa. Pero realmente ya me gustaría ver cómo se las apañan para mantener a 28 adolescentes en silencio y trabajando.
Las familias viven a su vez en un entorno hostil para la propia armonía familiar, es decir, que el vínculo se ha roto; importa más el trabajo, la economía del hogar, .. y sí , "prefiero ir al gimnasio mientras mi hijo va a clases de refuerzo por la tarde, así estoy yo más tranquila y a lo mío".
Realmente hay que empezar a tomar determinadas medidas que puedan subsanar las carencias que sufren algunos escolares desde la infancia. La labor de los maestros en la escuela es también crucial, porque no olvidemos que es una etapa en donde el alumno comienza a adquirir una determinada personalidad que paulatinamente irá desarrollando. Los valores deben inculcarse en la escuela en todo momento para evitar después lamentables sorpresas en la secundaria (etapa en la que ya está todo casi prácticamente perdido).
En definitiva, la labor del docente debe ser un híbrido perfecto entre enseñanza y educación. Pero no olvidemos que somos seres humanos y que nosotros mismos también necesitamos de una precisa y adecuada formación. No se puede pretender desde la Junta exigir constantemente al profesor que subsane sus errores. Tampoco puede permitirse hacer cambios que no podemos adoptar de forma inmediata sin ningún tipo de formación. No puede pretender retener a un alumnado sin motivaciones y conflictivo que retrase al resto de la comunidad sólo por el simple hecho de mejorar las estadísticas.
Lo que sí es digno de alabanza es que la Junta se preocupe y se implique; pero que lo haga de forma coherente teniendo en cuenta el contexto y las realidades que vivimos en el día a día. Estimados, no vivamos en una utopía. No todo es tan bonito como lo pintan. Aún nos queda un largo recorrido para mejorar nuestra educación y todos los vértices que la componen.